vida saludable

Eliminar el maní de tu dieta por miedo a una alergia no es una buena estrategia

Varias mujeres que conozco suelen eliminar algunos alimentos durante su embarazo por miedo a que sus hijos se hagan alérgicos a ellos: mariscos, lácteos y, sobre todo, maní.

Después de que nacen sus bebés, siguen absteniéndose de ingerir ciertos alimentos durante la lactancia y, definitivamente, no permiten que sus hijos los consuman.

Sin embargo, las investigaciones de los últimos años han demostrado que a menudo evitar aquellos alimentos hace más mal que bien. En muchos casos, deberíamos estar haciendo lo contrario.

Las madres no comenzaron a hacer esto de la nada. En el año 2000, la American Academy of Pediatrics publicó los lineamientos para reducir el riesgo de desarrollar alergias en los niños. Según su recomendación, las madres debían “eliminar el maní y los frutos secos (por ejemplo, almendras, nueces, etc.) y considerar eliminar los huevos, la leche de vaca, el pescado y tal vez otros alimentos de su dieta durante el periodo de lactancia”.

Además, recomendaban que los niños con alto riesgo de desarrollar alergias no recibieran alimentos sólidos sino hasta los seis meses de edad, lácteos al año, huevos a los 2 años y nada de maní, nueces ni pescado sino hasta los 3 años.

Ha habido un acalorado debate sobre este tema durante décadas. Participé en una revisión sistemática que examinó la relación entre la introducción de sólidos y las enfermedades alérgicas en niños. No encontramos evidencia que respaldara la idea de que estar expuestos a sólidos a una temprana edad condujera a reacciones alérgicas.

Hay que reconocer que la AAP cambió sus recomendaciones con base en las nuevas investigaciones. En 2008, los lineamientos actualizados informaban que las restricciones durante el embarazo o la lactancia ya no parecían algo que debiera recomendarse ampliamente. También aceptaba que no había muchos motivos para demorar la introducción de alimentos “alergénicos” como el maní después de los seis meses, que es aproximadamente el momento en el que los bebés pasan de la leche o fórmula a una variedad más amplia de alimentos.

Un estudio publicado en el New Journal of Medicine el año pasado le dio un giro total al debate. Los investigadores reclutaron a 640 bebés con alto riesgo de desarrollar alergias, de entre 4 y 11 meses de edad, para un estudio en el que los asignaron al azar a uno de dos grupos. A uno de ellos se le indicó evitar proteína de maní; al otro, que debía ingerir al menos seis gramos de proteína de maní a la semana en tres o más comidas. Los expertos hicieron seguimiento a todos los participantes hasta que cumplieron 5 años de edad.

Lo más sorprendente de este trabajo es que 15 por ciento de los bebés ya tenían evidencia de sensibilidad, según las pruebas de alergia. Los incluyeron en el estudio de todos modos, y a la mitad de ellos les dieron extracto de maní todas las semanas.

Los resultados fueron notables. Al final del estudio, cerca del 3 por ciento de los bebés expuestos al maní habían desarrollado alergia a este, en contraste con el 17 por ciento de quienes lo habían evitado.

Más asombroso aún fue el hecho de que entre los niños que ya tenían evidencias de sensibilidad al maní cuando eran bebés, menos del 11 por ciento de los expuestos regularmente a él desarrollaron alergia. Y más del 35 por ciento de quienes lo habían evitado también desarrollaron alergia.

Los niños con sensibilidad probada al maní, y que lo consumían con regularidad como parte de su dieta, eran menos propensos a desarrollar alergia al maní que los niños sin sensibilidad que lo habían evitado.

Hace poco, los resultados del seguimiento fueron publicados. Después de que terminó el estudio, los investigadores pidieron a todos los participantes que habían ingerido maní con regularidad que lo evitaran durante los siguientes 12 meses.

Al final de ese periodo, cuando los niños tenían 6 años, no hubo un aumento significativo de nuevas alergias en ese grupo. Evitar el consumo en este punto no hacía ninguna diferencia. Al parecer la necesidad crucial de exposición está entre el nacimiento y los 5 años.

Estos resultados fueron tan convincentes que los expertos están cambiando de nuevo sus recomendaciones. En septiembre de 2015, la APP, entre otros, señaló que “los profesionales de la salud deben recomendar no retrasar la introducción de productos que contengan maní en la dieta de bebés con ‘alto riesgo’”.

Estos cambios se entrelazan muy bien con lo que se conoce como la hipótesis de la higiene, cuyo punto central es que como nuestro medioambiente se ha vuelto más estéril, nuestro sistema inmune ahora se desarrolla de manera distinta. Sin exposición a elementos externos contra los cuales luchar, nuestras defensas van hacia el interior, hacia sustancias más benignas, lo que provoca niveles más elevados de eczema, asma y alergias.

Por supuesto, antes moría mucha gente por infecciones que ya no son una amenaza, por lo que nadie debería entender esto como un llamado a vivir en la suciedad. Tampoco hay que tomar estos hallazgos recientes como consejos para dar a los bebés y niños pequeños maní y otros alimentos descuidadamente. Todos los cambios en la dieta de los bebés, en especial si tienen alergias, deben realizarse después de consultarlos con un profesional de la salud.

No obstante, como con otros muchos temas de salud, exageramos nuestra respuesta a la alergia al maní y otros alimentos. En ocasiones, evitar el consumo es necesario para quienes tienen reacciones graves. Sin embargo, cuando aplicamos las mismas reglas para todos los demás puede resultar contraproducente.

 

FUENTE: New York Times. http://www.nytimes.com/es/2016/05/06/eliminar-el-mani-de-tu-dieta-por-miedo-a-una-alergia-no-es-una-buena-estrategia/?rref=collection%2Fsectioncollection%2Findex